El viejo león muere por falta de presa. No se atreve a salir de su guarida en busca de presas, en medio del rugido del trueno, el resplandor de los relámpagos y la violencia de la tormenta, esa explosión de Dios, mencionada en el versículo anterior. Y los cachorros de los cachorros de león están esparcidos por los rayos y los truenos, tan atemorizados que, al estar separados, huyen por caminos diferentes y no pueden encontrar el camino que conduce a la guarida de la leona, su madre. Así, los juicios divinos oprimen, dispersan y reducen repentinamente a la nada a los tiranos feroces y poderosos de la tierra, y los despojan inesperadamente de todas sus riquezas obtenidas por la injusticia y la opresión.

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