La madre de Sísara miró por una ventana esperando verlo regresar; porque ella llegó a la conclusión de que él no salió tanto a pelear como a tomar el botín. ¿No han repartido el botín?Es decir, seguro que tienen la presa, sólo que se demoran en distribuirla, según la calidad y el mérito de cada hombre. Apenas es posible concebir algo más bello o expresivo que estos versos. Ningún escritor, ni poeta ni orador, se formó jamás una imagen más fina sobre un tema. Parece incluso más allá de todo lo que la pintura podría expresar. Ninguna imagen podría habernos representado tanto de la acción como lo hacen estas palabras. Vemos perfectamente a la madre de Sísara esperando el regreso victorioso de su hijo, y mirando por una ventana para contemplar su carro triunfante a cierta distancia. La vemos regocijarse por los cautivos israelitas. La vemos, por así decirlo, examinando y deleitando sus ojos con el rico y hermoso botín que habían traído a casa. ¿Cómo aumenta todo esto, en nuestra imaginación, la caída de Sísara, que yace al mismo tiempo muerto en la tienda de Jael, sin pompa ni asistente, sin madre, ni hermana, ni hermano, para llorar por él, asesinado por mano de mujer. Se puede decir que esta hermosa conclusión de la relación de la caída de Sísara tiene todo el hermoso colorido de un Tiziano y toda la fuerza de un Rafael o Rubens; porque ningún lápiz ha expresado nunca algo tan perfectamente.

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