Busquemos y probemos nuestros caminos. Este será un empleo más razonable y provechoso que el de quejarse y murmurar contra la providencia de Dios. Busquemos cuáles han sido nuestros caminos, y probemos si han sido correctos y buenos o no. Examinemos nuestro temperamento, palabras y obras, y consideremos cuáles han sido, agradables o contrarias a la santa voluntad de Dios. Probemos nuestros caminos, para que por ellos podamos probarnos a nosotros mismos: porque hemos de juzgar nuestro estado y carácter, no por nuestros débiles deseos, buenas intenciones, resoluciones pasajeras, o incluso cálidos afectos, sino por nuestros pasos; y no por un paso en particular, sino por nuestros caminos, toda nuestra conducta; los fines a los que apuntamos, las reglas que seguimos, y la amabilidad o contrariedad del temperamento de nuestras mentes, y el tenor de nuestras vidas hacia esos fines y esas reglas. Cuando estamos en aflicción, es particularmente oportuno considerar nuestros caminos ( Hageo 1:5 ) para que lo que está mal sea arrepentido y enmendado para el futuro, y así podamos responder a la intención de la aflicción.

Somos aptos, en tiempos de calamidad pública, a reflexionar sobre los caminos de otras personas y echarles la culpa, mientras que nuestro negocio es buscar y probar nuestros propios caminos: tenemos suficiente trabajo que hacer en casa; debemos decir cada uno de nosotros: ¿Qué he hecho? ¿Qué he contribuido a la angustia pública? Para que cada uno de nosotros enmiende uno, entonces todos seremos curados. Y volvamos nuevamente al Señor , a saber, por una conversión sincera, sí, al que se ha vuelto contra nosotros y de quien nos hemos apartado; a él volvamos por arrepentimiento, reforma y fe, como a nuestro dueño y gobernante. Este particular debe acompañar al primero y ser fruto de él; por tanto, debemos escudriñar y probar nuestros caminos, para volvernos de su maldad a Dios; Este fue el método que tomó David, quien dice:Salmo 119:59 , Pensé en mis caminos, Y convertí mis pies en tus testimonios. Levantemos nuestro corazón , etc. Apliquémonos a Dios por medio de la oración, sin la cual intentaremos en vano seguir el consejo anterior.

Sin luz sobrenatural de él, buscaremos y probaremos nuestros caminos con poco propósito: seguiremos sin conocernos a nosotros mismos y emitiremos un juicio falso sobre nuestro carácter y conducta; y sin su gracia renovadora no seremos convertidos a él eficazmente. Ahora, para recibir estas bendiciones, debemos solicitarle en ferviente oración, elevando nuestro corazón con nuestras manos y derramando nuestra alma con nuestras palabras, en la confiada expectativa de recibir lo que pedimos.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad