Oíd la palabra del Señor, hijos de Israel “El profeta comienza aquí un tercer discurso, que es manifiestamente distinto del anterior, tanto en materia como en forma. Fue antes de predecir lo que sucedería en tiempos futuros, a modo de visión profética; aquí reprende a los del tiempo presente por los pecados que entonces reinaban entre ellos; los que provocaron a Dios a enviar sobre ellos y su posteridad los juicios predichos en el capítulo anterior ". Parece que se dirige principalmente a los israelitas de las diez tribus, aunque no exclusivamente, ya que sus reprensiones y exhortaciones están formadas y expresadas de manera que también se adapten al caso de los judíos. Porque el Señor tiene controversia , etc. Hebreo, ריב, una causa, contención o tema de debate. La LXX. traducir la palabra, κρισις,juicio o disputa; y así la Vulgata. La expresión se toma de las acciones o alegatos que un hombre presenta contra otro, por daños o perjuicios recibidos: así, aquí se representa a Dios entrando en juicio, o presentando un alegato o queja contra el pueblo de las diez tribus, por su injusticia y otros pecados, como tantas ofensas a su honor, por las que exige satisfacción.

Los otros profetas presentan los mismos cargos contra este pueblo, como encontramos en sus escritos. Porque no hay verdad , etc. No hay fidelidad en sus mentes, palabras u obras; cubren la falsedad con palabras justas, hasta que pueden ejecutar convenientemente sus fraudes diseñados. Parece que no tenían sentido de la honestidad moral; no tomaron conciencia de lo que dijeron o hicieron, aunque nunca tan contrario a la rectitud, y perjudicial para sus vecinos. Mucho menos tenían algún sentido de misericordia , o de la obligación que tenían de ayudar a los indigentes y necesitados. No había compasión ni beneficencia entre ellos; no se compadecieron ni aliviaron a nadie. Ni conocimiento de Dios en la tierraAquí tenemos la causa de su falta de integridad y benevolencia: no tenían el conocimiento verdadero y salvador de Dios, no lo conocían, ni su voluntad, ni su propio deber: por eso estaban destituidos de la verdadera piedad, y por tanto también de verdadera virtud.

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