Me había desmayado. Estas palabras no están en el original, pero se añaden para completar el sentido. Porque el discurso es brusco e imperfecto, como es muy habitual, no sólo entre los escritores inspirados, sino muchos otros autores, en todas las vehementes pasiones o conmociones de la mente, como la que tenía David en ese momento. Habiendo declarado qué enemigos pérfidos y crueles lo asaltaron y lo rodearon, ahora comparte la impresión que le causaron sus pensamientos, y habla como alguien que quisiera palabras para expresar cuán triste y desesperada habría sido su condición, si no hubiera sido apoyado por fe en las promesas de Dios. 

Incluso los mejores santos están sujetos a desmayarse cuando sus problemas se vuelven penosos y tediosos; su espíritu está abrumado y su carne y su corazón desfallecen; pero la fe es un cordial soberano: les impide abatirse bajo sus cargas; los mantiene esperando, orando y esperando; mantiene en ellos pensamientos honorables de Dios y una expectativa de alivio a su debido tiempo. Pero, ¿qué fue, cuya creencia evitó que David se desmayara? Para que vea la bondad del Señor en la tierra de los vivientesCon lo cual él quiere decir, no solo una continuación de la misericordia y la gracia de Dios para su alma que ya poseía, y que lo sostuvo en sus pruebas, sino que debe sobrevivir a sus problemas y ver o disfrutar en esta vida esa liberación de ellos, y de todos sus enemigos, implícitos en la promesa del reino que Dios le había dado. 

Porque, por la tierra de los vivos , se refiere a este mundo, que a menudo se llama así en las Escrituras, y se opone al sepulcro, que es el lugar de los muertos. Y David deseaba fervientemente esta misericordia en esta vida, no porque pusiera su porción en estas cosas, sino porque la verdad y la gloria de Dios estaban muy interesadas en cumplir la promesa del reino para él. El cielo, sin embargo, se denomina aún más propiamente la tierra de los vivos; donde ya no hay muerte; esta tierra es más bien la tierra de los moribundos. Y nada es tan eficaz para evitar que el alma se desmaye bajo las calamidades de este tiempo presente como la esperanza creyente de ver la bondad del Señor en ese mundo, con visiones de esas glorias y anticipos de esos placeres, que son para siempre.

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