Aún estáis en vuestros pecados. La palabra pecado se usa frecuentemente para el castigo debido al pecado;y en ese sentido debe entenderse aquí: "Aún estáis sujetos al castigo de vuestros pecados". Es el tenor constante de las Escrituras, que nuestro gran Sumo Sacerdote hizo expiación por los pecados del mundo en la cruz; que su muerte fue nuestro rescate, y su sangre el precio pagado por ello: de modo que cuando consideramos el rescate, que incluye nuestra justificación, con respecto a Cristo, el autor de la misma, debe ser atribuido a su muerte y pasión; - pero en cuanto a nosotros, nuestro título e interés en esta salvación común se basa en la fe, nuestra justificación, aunque comprada por la sangre de Cristo, debe ser apropiada para nosotros a través de la fe en esa sangre. Porque el mismo Apóstol que nos ha dicho que somos justificados gratuitamente por la redención que es en Cristo Jesús,Del mismo modo nos ha dicho que Dios lo ha puesto como propiciación mediante la fe en su sangre. Por eso se dice que somos justificados por la fe; no es que nuestra fe sea la compra de la justificación, que se lo debemos únicamente a la sangre de Cristo; sino porque por la fe obtenemos el beneficio de la redención realizada por Jesucristo.

Ahora, aunque la muerte de Cristo fue la reconciliación del mundo con Dios, la resurrección de Cristo es el punto culminante de nuestra esperanza y fe en él; sí, de nuestra fe en su sangre, por la cual hizo propiciación por nuestros pecados; y por tanto, aunque Cristo murió por nuestras ofensas e hizo expiación por nuestros pecados, desde nuestra fe en su muerte y nuestra esperanza en su sangre, (por la cual la esperanza y la fe somos justificados) se basan en la verdad y el crédito de su resurrección, se dice muy correctamente que resucitó para nuestra justificación.Porque la muerte de Cristo no habría sido una justificación para nosotros, ni podríamos haber tenido esperanza o fe en ella, de no ser por el poder y la gloria de la resurrección, que ha borrado el escándalo y la ignominia de la cruz, y la ha convertido a la vez en un acto de fe divino y racional para esperar la vida y la inmortalidad de él, quien él mismo murió una vez en el árbol. Así aprendemos de San Pablo, que si Cristo no resucitó, nuestra fe es en vano; todavía estamos en nuestros pecados. De donde deducimos que la fe en la muerte de Cristo, que no se basa en la seguridad de su resurrección, es una fe vana, y tal que no puede librarnos de nuestros pecados; es más, que la muerte de Cristo no pudo haber sido una propiciación. por el pecado sin su resurrección, enseña expresamente en el siguiente versículo:Entonces también ellos, los que durmieron en Cristo, perecieron.

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