En esto se manifiestan los hijos de Dios, etc. — Todos los hombres son hijos de Dios o del diablo. Aquí está la regla para distinguir unos de otros; no jactándonos de que somos el pueblo elegido de Dios; no por un conjunto de nociones o especulaciones estériles; sino por nuestra propia experiencia y práctica presente y personal de la justicia y, como otra señal de nuestra adopción, por nuestro amor cordial a todos los cristianos. Estas son las marcas de un verdadero cristiano; por estos los verdaderos se distinguen de los falsos profesores. ¡Cuán excelente debe ser esa religión, que tanto promueve la benevolencia genuina y la rectitud universal!

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