Tomé la corona y el brazalete. Esta corona, probablemente, era una de las diademas que usaban los monarcas orientales, hecha de una venda de lino blanco, y que fácilmente podría ocultarse bajo el casco de Saúl. No es imposible que el brazalete no sea parte de las insignias del reino de Israel; sino simplemente una cosa de valor que Saúl tenía a su alrededor, y que el extranjero pensó que era conveniente regalar con su corona a David; pero parece mas bienser mencionado como adorno real; y es igualmente cierto que desde entonces se ha utilizado en Oriente como insignia de poder; porque cuando el Calif Caiem Bienrillah concedió la investidura de ciertos dominios a un príncipe oriental, que sus predecesores habían poseído, y entre el resto, de la ciudad de Bagdat misma, se dice, esta ceremonia de investidura fue realizada por el Califa enviándolo Letras de patente, una corona, una cadena y brazaletes. Véase D'Herbelot, pág. 541. Sin embargo, no encuentro que ninguno de los comentaristas haya considerado el brazalete de Saúl a esta luz.

Toda la observación que hace Grocio al respecto es que era un adorno usado por hombres, así como por mujeres de esas naciones; sobre lo cual cita Números 31:50 . El adorno, probablemente, no era tan común como podríamos suponer; porque, aunque la palabra brazalete se encuentra con frecuencia en nuestra traducción, la palabra original en este texto aparece a lo sumo, pero en otros dos lugares; y como los hijos de Israel hallaron uno o más de estos brazaletes entre los despojos de los madianitas, así mataron al mismo tiempo a cinco de sus reyes. Números 31:8 . El otro lugar ciertamente ( Isaías 3:18.) habla de adornos femeninos; pero, si la palabra es la misma, ¿no podrían las mujeres de esa edad usar un adorno que, por su semejanza con una de las insignias de la realeza, podría ser llamado por el mismo nombre? como en algunos países últimamente, las novias han usado un adorno, que se ha llamado corona, aunque la palabra, indiscutiblemente mucho antes de esa época, marcaba la insignia principal de la dignidad real. Véase Los viajes de Olearius, pág. 238 y Observaciones, pág. 297.

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