David bailó ante el Señor; el comportamiento de David en este particular no menospreció su dignidad real. Su danza, es decir, su movimiento en ciertas medidas solemnes, acorde con una música del mismo carácter y tendencia, era un ejercicio plenamente justificable en él. La piedad le enseñó a David que todos los hombres están al mismo nivel en las solemnidades de la religión. Ver Delaney; donde el lector encontrará una disertación sobre la danza, en la que la danza de David ante el arca es examinada, plenamente reivindicada y mostrada como muy diferente de esa clase de danza que se practica demasiado en estos días.

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