Pero todos los hijos de Israel tenían luz en sus moradas. En medio de todo castigo, Jehová distinguió a los israelitas: dando así a los egipcios una convicción amplia y constante de que él era el Soberano y único Autor de estas maravillas; e instruyéndolos enfáticamente, si hubieran sido lo suficientemente sabios para haberlo recibido, que nada puede dañarlos, cuya confianza es Jehová: un Dios, no menos tierno en misericordias para los que obedecen, que temible en los juicios para los que desprecian su palabra.

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