De lo cual, si os guardáis, bien haréis. Es decir, "podéis esperar que termine bien". Esta suave manera de concluir fue digna de la sabiduría y la bondad apostólicas. Demasiado pronto los sucesivos consejos de autoridad inferior lo cambiaron por el estilo de anatemas; formas, que sin duda han resultado ser una ocasión para consagrar algunas de las peores pasiones de la mente humana bajo nombres sagrados; y que, como algunas armas de guerra mal ajustadas, es más probable que dañen la mano de la que son arrojadas.

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