Sangre: comer que nunca les fue permitido a los hijos de Dios desde el principio del mundo. Nada puede ser más claro que esto. Porque, 1. Desde Adán hasta Noé, nadie comió carne en absoluto; en consecuencia, ningún hombre comió sangre. 2. Cuando Dios permitió que Noé y su posteridad comieran carne, les prohibió absolutamente que comieran sangre; y en consecuencia esto, con los otros seis preceptos de Noé, fue entregado de Noé a Moisés.

3. Dios renovó esta prohibición por parte de Moisés, que no fue derogada desde el tiempo de Moisés hasta la venida de Cristo. 4. Ni después de su venida nadie se atrevió a derogar este decreto del Espíritu Santo, hasta que al obispo de Roma le pareció bien hacerlo, hacia mediados del siglo VIII. 5. A partir de ese momento, las Iglesias que reconocieron su autoridad consideraron que comer sangre era una cosa indiferente.

Pero, 6. En todas aquellas Iglesias que nunca reconocieron la autoridad del obispo de Roma, nunca se le permitió comer sangre; ni está permitido en este día. Este es el simple hecho; Dejemos que los hombres razonen tan plausiblemente como quieran por un lado o por el otro. De lo cual guardando vosotros mismos haréis bien - Es decir, encontraréis una bendición. Esta suave manera de concluir fue digna de la sabiduría y la bondad apostólicas.

¡Pero cuán pronto los sucesivos consejos de autoridad inferior lo cambiaron al estilo de anatemas! Formas que han sido ocasión de consagrar algunas de las pasiones más diabólicas bajo los nombres más sagrados; y al igual que algunas armas de guerra mal ajustadas, es más probable que dañen la mano de la que son arrojadas.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad