Tan pronto como escuchó eso, María apenas escuchó la alegre noticia de la llegada de Jesús, se levantó y fue hacia él, sin decir una palabra a la compañía de amigos, quienes, por ser de una disposición más suave, prestó especial atención a su dolor; porque se quedaron con ella en la casa después de que Marta se hubo marchado; y cuando salió, la siguieron, temiendo que se fuera a la tumba, para complacer allí su melancolía; es más, hasta lloraron con ella, cuando la vieron llorar, como le hablaba a Jesús, Juan 11:33 . Era muy habitual entre los antiguos retirarse a los sepulcros de sus amigos fallecidos y llorar allí; y como esos sepulcros estaban fuera de la ciudad, y con frecuencia cerca del camino, es probable que el lugar donde Jesús permaneció estuviera cerca del sepulcro de Lázaro.

La presente circunstancia tendió también a ilustrar este milagro; pues, por medio de esto, los judíos que habían venido de Jerusalén fueron llevados al sepulcro, y fueron testigos de la resurrección de Lázaro, quien, probablemente, si hubieran sabido que María solo había salido a encontrarse con Jesús, no lo habría acompañado. ella, a través del odio que comúnmente le tenían.

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