Yo soy la vid verdadera, - Nuestro Señor, habiendo ido con sus discípulos al monte de los Olivos (ver la última nota del capítulo anterior), pasó las horas restantes de su ministerio predicando a sus discípulos un sermón largo y excelente, registrado en este capítulo y en el siguiente. Comenzó con la parábola de la vid, tomada de las viñas que crecían a su alrededor en el monte de los Olivos. En esta parábola les enseñó la excelencia de su religión y la naturaleza de la relación que mantenían con él por su profesión y la experiencia genuina de la misma.

Además, les explicó las ventajas que les reportaba esta relación. Como los sarmientos de la vid se alimentan y fructifican por su unión al ganado y por el cuidado del labrador; así los discípulos de Cristo, por la fe cordial de su religión, por las influencias divinas del Espíritu y por el cuidado de la Providencia, se hacen fecundos en santidad.

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