Retrocedieron y cayeron al suelo. Como había escribas y sacerdotes entre ellos, debieron haber leído acerca de la destrucción de aquellas compañías que vinieron a apoderarse del profeta Elías, Éxodo 1:10 ; 2 Reyes 1:12... un hecho que guardaba tanta semejanza con el presente, que es un ejemplo asombroso de la más obstinada maldad, que se aventuraran a renovar el asalto a Cristo después de una experiencia tan sensible tanto de su poder como de su misericordia. Nada parece más probable que estos hombres se esforzaron por persuadirse a sí mismos ya sus asistentes de que este extraño rechazo fue efectuado por algún demonio, en confederación con Jesús, que se opuso a la ejecución de la justicia sobre él; y tal vez podrían atribuirlo a la providencia especial de Dios, más que a la indulgencia de Jesús, que no habían recibido más daño.

El corazón más corrupto tiene comúnmente sus razonamientos para apoyarlo en sus nociones más absurdas y en la mayoría de las acciones criminales. Sin embargo, para todas las mentes sin prejuicios, este esfuerzo y suspensión de su poder divino eran pruebas suficientes de que nuestro Señor no podría haber sido aprehendido sin su propio consentimiento, y que su muerte fue un sacrificio voluntario.

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