Entonces la mujer dejó su cántaro, etc.— Cuando la mujer oyó que Jesús se llamaba a sí mismo el Mesías, dejó su cántaro y corrió a la ciudad, donde publicó las noticias en las calles, y deseó que todos los que conocía se fueran. con ella, y verlo, asegurándoles que él le había contado los principales hechos de su vida; tan fuerte impresión había causado esa circunstancia en su mente. La plenitud de su convicción y la prisa por comunicar la alegre noticia a sus compatriotas la colocan bajo una luz amable.

Estaba tan segura de que nuestro Señor era el Mesías, que corrió a llamar a otros, para que ellos también se convencieran. ¡Qué contraste hay entre esta mujer y los judíos! Hasta ahora eran ellos de traer a otros a él, que les han impedido que viene, cuando deseosos de hacerlo. En este sentido debemos imitar a la mujer samaritana.

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