Vistas espantosas, etc.Josefo, en su relación de los signos y prodigios que precedieron a la toma de Jerusalén, menciona que una estrella colgaba sobre la ciudad como una espada, y [una apariencia como] un cometa continuó durante todo un año; que el pueblo estaba reunido para celebrar la fiesta de los panes sin levadura, a la hora novena de la noche, brillaba una luz tan grande alrededor del altar y el templo, que parecía ser un día brillante, y esto continuó durante media hora; que la puerta oriental del templo, que era de latón macizo y que apenas veinte hombres la cerraban, se veía a la hora sexta de la noche abrirse por sí sola, aunque sujeta con fuertes cerrojos y cerrojos, y difícilmente podría volver a cerrarse; que, antes de la puesta del sol, se veían, por todo el país, carros y ejércitos luchando en las nubes; y que en la fiesta de Pentecostés, los sacerdotes percibieron primero un movimiento y un ruido, y luego oyeron la voz como de una multitud que decía: "Vámonos de aquí". Puede añadir algo de peso a esta relación de Josefo que Tácito, el romano, confirme cada uno de estos detalles en su Historia.

Si Cristo no hubiera predicho esto expresamente, muchos que prestan poca atención a los portentos, y que saben que los historiadores han sido demasiado crédulos en ese punto, habrían sospechado que Josefo exageró y que Tácito estaba mal informado. Pero así como los testimonios de Josefo y Tácito sirven en cierta medida para confirmar las predicciones de Cristo, las predicciones de Cristo confirman las maravillas registradas por esos historiadores. Sin embargo, aun admitiendo todo lo que la incredulidad puede impulsar, que en las grandes calamidades de la guerra, el hambre y la pestilencia, la gente siempre se vuelve supersticiosa, que no ve más que prodigios y portentos, que algunos de estos parecen haberse formado a imitación de los historiadores griegos y romanos; que los ejércitos que luchan en las nubes no son más que meteoros, como la aurora boreal o aurora boreal: en resumen, admitiendo que algunos de estos prodigios fueron reinados, y otros fueron exagerados, sin embargo, la predicción de ellos no es menos divina en ese sentido. Ya fueran sobrenaturales o ficciones de imaginaciones desordenadas; sin embargo, se creía que eran realidades, tenían todos los efectos de las realidades y eran igualmente dignas de ser objeto de profecía.

Sin duda, eran visiones espantosas y grandes señales del cielo , como si hubieran sido creadas con el propósito de asombrar a la tierra. Debemos observar con respecto a esta profecía, que se expresa en términos tan claros y circunstanciales, que San Mateo y San Marcos estaban indiscutiblemente muertos antes del evento, como probablemente también lo estaría San Lucas; y en cuanto a San Juan, el único evangelista que sobrevivió, es notable que no mencione nada de él, para que nadie diga que la profecía fue falsificada después de que sucedió el evento. Ver, para una explicación completa de los detalles de este capítulo, las notas sobre Mateo 24 .

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