Y cuando vio la fe de ellos, la del hombre y de sus amigos, aunque ellos mismos no dijeron nada; la miserable condición del paralítico pero suplicante con una voz mucho más elocuente que todo lenguaje. San Crisóstomo, hablando de este acto de los portadores, dice: "¡Qué cosa tan ingeniosa es el afecto, y tan fecunda en la invención es el amor!" Y con la paciencia del paralítico para soportar todas estas dificultades, y sin esperar otra oportunidad, observa, no dijo nada de todo esto a sus portadores; pero pensó que le convenía convertir a tantas personas presentes en testigos de su curación.

Su fe, sin embargo, no sólo era visible desde allí, sino también desde las mismas palabras que Cristo usó en esta ocasión; por lo cual tampoco Cristo salió a él, sino que esperó a que el enfermo viniera a él, para tener la oportunidad de demostrar la fe del paralítico a toda la multitud. Porque ¿no podría haberle hecho la confesión del paralítico como una cosa fácil? Pero no hizo nada de esa naturaleza, para mostrar a toda la compañía la fe diligente y ferviente del paralítico y su amigo.

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