Y después de un tiempo vino, etc.— Las palabras del pariente de Malco, (ver Juan 18:26.) recordando a Pedro lo que le había hecho a ese esclavo, le entró tal pánico, que cuando los que estaban allí repitieron la acusación, él la negó descaradamente. Cuando los sirvientes junto al fuego oyeron a Pedro negar la acusación que Juan había hecho. mencionado, se acercaron y apoyaron el argumento extraído del acento con el que había pronunciado su respuesta. Los judíos nos dicen que los galileos tenían una forma de hablar cómica y grosera, por lo que fueron ridiculizados por los habitantes de Judea; y como generalmente se sospechaba que los galileos eran discípulos de Jesús, el acento galileo de Pedro se insiste en una fuerte presunción de que era uno de los discípulos de Jesús. Así presionado por todos lados, para darle mejor color a su mentira, profanó el nombre de Dios al jurar ydeseándose las más amargas maldiciones sobre sí mismo (porque tal es la fuerza del original) si estaba diciendo una falsedad.

Quizás esperaba con estos actos de impiedad convencerlos efectivamente de que él no era un discípulo del santo Jesús. Todos los evangelistas están de acuerdo en que el gallo cantó inmediatamente después de que Pedro pronunció las palabras de la tercera negación, que ellos mismos han relatado: pero al comparar las cosas dichas cuando se hizo este tercer ataque, parece que los discursos al menos que San Juan ha registrado, no provino de las personas mencionadas por los otros evangelistas; por tanto, la tercera negación fue ocasionada por distintos ataques sucesivos; a menos que los hombres hablaran todos a la vez, lo que no es muy probable. Es más natural pensar que cuando Pedro negó a su Maestro a quienes lo atacaron por primera vez, los otros que estaban presentes apoyaron la acusación con un argumento extraído de su acento al hablar, lo que demostró que era galileo. Sin embargo,

A esta parte de la historia se ha objetado que los judíos, como dice su tradición, nunca tenían gallos dentro de los muros de Jerusalén y, en consecuencia, que Pedro no podía oírlos cantar mientras estaba en el palacio del sumo sacerdote; pero la objeción puede eliminarse o bien poniendo en cuestión la tradición misma, porque contradice el testimonio de escritores cuya veracidad es indudable, y que no pudieron sino conocer las costumbres de la época en que vivieron; y porque muchas tradiciones de este tipo fueron enmarcadas por los rabinos, con miras a magnificar la santidad de Jerusalén. O bien, la objeción puede eliminarse suponiendo que los romanos que vivían en la ciudad, descuidando las instituciones de los judíos, pudieran tener este tipo de aves en sus casas, tal vez para su mesa o para los auspicios, una especie de adivinación a la que eran particularmente adictos. Ver Macknight.

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