La ternura se mezcla con el juicio, y el amor insultado sangra y espera. Se deja caer la imagen del león. Jehová habla de “su propio lugar”: el cielo. Él hará que cesen todas las manifestaciones de su consideración por ellos hasta que “sufran castigo y busquen mi rostro” y, como el hijo pródigo en el rubor de una nueva mañana, se levantará e irá al Padre.

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