El consejo de Noemí hasta ahora es insuficiente para sacudir la determinación afectuosa de las dos mujeres. Luego pinta la soledad de su lote. No tiene más hijos y no puede esperar a ninguno; es más, si incluso ahora le nacieran hijos, ¿de qué les serviría? Aún así, su suerte es peor que la de ellos. Ellos, a pesar de su gran pérdida, son jóvenes y de las casas de sus madres pueden volver a salir a sus propios hogares. Ella, anciana, sin hijos y solitaria, debe emprender su fatigado camino de regreso para vivir sin ayuda lo mejor que pueda.

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