Versículo 25. Todo lo que se vende en los mercados, que se come... El caso al que se refiere el apóstol es sencillamente éste: se acostumbraba llevar al mercado la carne del animal cuya sangre había sido derramada en sacrificio a un ídolo; o, tomado más particularmente, el caso era éste: una parte del sacrificio se consumía en el altar del ídolo: una segunda parte era aderezada y comida por el sacrificador; y una tercera pertenecía al sacerdote, y a menudo se vendía en los mercados. Participar de la segunda parte, o festejar el sacrificio, San Pablo lo prohíbe absolutamente, porque esto era una parte del culto religioso que se rendía al ídolo; era sentarse como invitados a su mesa, en señal de que estaban en comunión con él. Esto era totalmente incompatible con recibir el sacramento de la Cena del Señor, que era la comunión del cuerpo y la sangre de Cristo. Pero en cuanto a la tercera parte, el apóstol les deja en libertad de comerla o de abstenerse de ella, salvo que, al comer, sus hermanos débiles se sintieran ofendidos; en ese caso, aunque la cosa fuera lícita, era su deber abstenerse. Véanse las notas sobre 1 Corintios 8:1.  Los hindúes abrazan con entusiasmo cualquier cosa que haya sido ofrecida a un ídolo: de ahí que sea común ver las flores así ofrecidas colocadas en el cabello de un hindú. El agua que se ha convertido en sagrada se conserva en las casas de los hindúes, y con ella se frotan el cuerpo, y de vez en cuando beben una gota, considerándola como el agua de la vida.

No hacer preguntas por la conciencia... El Dr. Lightfoot observa que "los judíos se veían acosados por innumerables reglamentos en sus fiestas, tanto en lo que respecta a la comida como a la compañía con la que comían e incluso a la forma de hacerlo. De las frutas y hierbas que se traían a la mesa, debían preguntar si eran diezmadas según la costumbre; si estaban consagradas por la Truma, o si eran profanas; si estaban limpias, o tocadas con alguna contaminación, etc. Y en cuanto a la carne que se ponía en la mesa, debían preguntar si era de la que había sido ofrecida a los ídolos si era la carne de un animal que había sido desgarrado por las fieras; o de la que había sido estrangulada, o no matada según los cánones; etc. Todo lo que pone en duda la libertad del Evangelio abolido en cuanto a la propia conciencia, con esta condición, que no se arroje ningún escándalo o delito ante la conciencia débil o escrupulosa de otro hombre".

De esto es evidente que el apóstol tenía en vista el caso de los conversos judíos, y no el de los gentiles. Estos últimos no estaban preocupados por una escrupulosidad tan extraordinaria.

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