Versículo 9. El Señor no es indolente.  Probablemente en sus burlas decían: "O bien Dios no había hecho tal promesa de juzgar al mundo, destruir la tierra y enviar a los hombres impíos a la perdición; o bien, si la había hecho, se había olvidado de cumplirla, o no tenía el tiempo o el ocio convenientes". A alguna de estas burlas parece referirse el apóstol: e inmediatamente muestra la razón por la que no se inflige un castigo merecido a un mundo culpable.

Pero es paciente. No es la negligencia, ni la negligencia, ni la falta de la debida reacción ante el pecado, lo que indujo a Dios a prolongar el descanso de los hombres impíos; sino su paciencia, su falta de voluntad de que ninguno perezca: y por lo tanto los perdonó, para que pudieran tener ofertas adicionales de gracia, y ser llevados al arrepentimiento, para deplorar sus pecados, implorar la misericordia de Dios, y encontrar la redención a través de la sangre del Cordero.

Como Dios no quiere que nadie perezca, y como quiere que todos se arrepientan, por consiguiente nunca ha ideado ni decretado la condenación de ningún hombre, ni ha hecho imposible que ningún alma se salve, ya sea obligándole a hacer el mal, para que muera por él, o negándole los medios de recuperación, sin los cuales no podría salvarse.

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