Verso Hechos 5:42. Diariamente en el templo... Es decir, a las horas de la oración matutina y vespertina; porque consideraban que era su deber adorar a Dios en público, y ayudar a otros a hacer un uso provechoso de la práctica. Todos los hombres que profesan el cristianismo deberían, también en este aspecto, copiar su conducta: no se puede considerar que ningún hombre tenga religión alguna, sean cuales sean sus sentimientos, si no asiste al culto público de su Hacedor.

No dejaron de enseñar y predicar a Jesús... Lejos de desistir, se volvieron más celosos, sí, incesantes, en su trabajo. Aprovechaban las asambleas públicas en el templo, así como todas las oportunidades privadas, para enseñar todas las verdades de su santa religión; y para predicar, proclamar a Jesús como el único Mesías, que el que fue crucificado resucitó de entre los muertos, y fue exaltado como Príncipe y Salvador a la diestra de Dios. Qué poco debían de considerar sus vidas estos hombres, que en medio de tal peligro podían seguir una línea de conducta que, según todos los puntos de vista humanos, debía terminar en su ruina. Amaban a su Maestro, amaban su obra, amaban a sus ingratos compatriotas, amaban su actual salario: la persecución y los azotes, y no odiaban nada más que sus propias vidas. Estos hombres eran personas apropiadas para ser empleadas en la conversión del mundo. Predicadores del Evangelio, miren a esos hombres, y aprendan de inmediato su deber, su empleo y su interés. Vivan y prediquen como los apóstoles, y Dios coronará sus labores con un éxito similar.

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