Verso Hechos 6:15. Vio su rostro, como si hubiera sido el rostro de un ángel... 

Dichos como éste son frecuentes entre los escritores judíos, que representan a Dios distinguiendo a los hombres eminentes haciendo brillar una gloria en sus rostros. El rabino Gedalia dijo que, "cuando Moisés y Aarón se presentaron ante el Faraón, parecían como los ángeles que ministran ante la faz del Señor; porque su estatura parecía mayor, y el esplendor de sus rostros era como el sol, y sus ojos como las ruedas del sol; su barba como racimos de uvas, y sus palabras como truenos y relámpagos; y que, por temor a ellos, los que estaban presentes cayeron a tierra".

Lo mismo se dice de Moisés, en Debarim Rabba, fol. 75. que "cuando Sammael (Satanás) vino a Moisés, el esplendor de su rostro era como el sol, y él mismo se parecía a un ángel de Dios". El lector puede encontrar varios dichos similares en Schoettgen.

Parece que la luz y el poder de Dios que habitaban en su alma brillaban a través de su rostro, y Dios les dio esta prueba de la falsedad del testimonio que ahora tenían ante ellos; pues, como el rostro de Esteban ahora brillaba como el de Moisés cuando bajó del monte, era la prueba más completa de que no había dicho palabras blasfemas ni contra Moisés ni contra Dios, pues de lo contrario este esplendor del cielo no se habría posado sobre él.

La historia de la Iglesia apostólica es una serie de maravillas. Todo lo que podía impedir que se estableciera una Iglesia de este tipo, o que podía derribarla una vez establecida, se pone en marcha contra ella. Los instrumentos empleados en su erección y defensa no tenían ni fuerza ni poder, sino lo que venía inmediatamente de Dios. Ellos trabajan, y Dios trabaja con ellos; la Iglesia es fundada y edificada; y sus adversarios, con todas las ventajas a su favor, no pueden derribarla. ¿Es posible mirar esto, sin ver la poderosa mano de Dios en el conjunto? Él permite que los demonios y los hombres malvados trabajen, que se aprovechen de todas sus ventajas, pero contrarresta todas sus conspiraciones y designios, vuelve sus armas contra ellos mismos, y promueve su causa por los mismos medios que fueron utilizados para destruirla. Qué cierto es el dicho: No hay fuerza ni consejo contra el Señor.

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