REFLEXIONES

¡Lector! reflexiona bien, incluso en esta edad de oro de la Iglesia, cuán empañadas por el abuso estaban las misericordias del Señor, cuando surgían murmuraciones de ministraciones parciales de las cosas buenas de las providencias de Dios. ¡Míralo, alma mía, y aprende qué gran cantidad de corrupción, la parte no renovada de nuestra naturaleza caída, y qué mango hace Satanás para interrumpir la paz de la Iglesia! Pero aprenda también cómo el Señor el Espíritu aprovecha de ello, para generar mejoras para su pueblo.

El nombramiento de oficiales inferiores en la Iglesia de Cristo surgió de ahí. Y en cuántos casos, desde entonces, han resultado ser una bendición. Pero qué dulce alivio deben traer a la mente tales visiones de la imperfección de la mejor de las Iglesias, en el recuerdo, que en medio de todos los errores de los hombres, la verdad del Señor es la misma; y, sin embargo, hermanos, por la enfermedad de una naturaleza caída, pueden descuidarse unos a otros; Jesús nunca pasa por alto ni descuida a su pueblo. ¡Precioso Señor Jesús! no me dejes nunca perder de vista esto.

Feliz y próspera es esa Iglesia de Cristo, donde hombres de buen nombre y llenos del Espíritu Santo ministran en su gobierno y ayudan a la familia del Señor. Y benditas deben ser aquellas ordenanzas en las que pastores fieles, como los Apóstoles, se entregan continuamente a la oración y al ministerio de la palabra. No sirviendo mesas, mezclándose con los carnales y aprendiendo sus obras; ni como señores de la herencia de Dios; sino siendo ejemplos para el rebaño, en palabra, en conversación, en fe, en caridad.

¡Oh! por la fe de Esteban, para ser valiente por la verdad, en medio de todos los libertinos de la actualidad. Jesús reconocerá y bendecirá a todos esos. Su testimonio está en el cielo, y su récord en las alturas. Y, aunque un resplandor como el de Esteban, no puede, porque no es necesario, brillar sobre sus rostros, a la vista de sus enemigos; sin embargo, el Señor hará que sus ojos se dirijan de tal manera a Él con fe, que sus almas serán iluminadas y sus rostros no serán avergonzados.

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