Verso 34. Porque ¿quién conoció la mente del Señor?  Porque ¿quién ha conocido la mente del Señor? ¿Quién puede pretender penetrar en los designios de Dios, o descifrar las razones de su conducta? Sus designios y sus consejos son, como él mismo, infinitos y, por consiguiente, inescrutables. Es extraño que, con una escritura como ésta ante sus ojos, los hombres se sienten y escriban fría y positivamente sobre los consejos y decretos de Dios formados desde toda la eternidad, de los que hablan con tanta confianza y decisión como si hubieran formado parte del consejo del Altísimo, y hubieran estado con él en el principio de sus caminos. Cierto escritor (el Sr. Perkins), después de haber analizado todos estos consejos y de haber trazado su esquema de líneas negras de la reprobación absoluta y eterna, con todas sus causas y efectos, y luego su esquema de líneas claras de la ELECCIÓN absoluta y eterna, con todas sus causas y efectos, todo ello deducido en el orden más regular y graduado, eslabón por eslabón, concluye con  Romanos 11:33 : ¡Oh, la profundidad de las riquezas de la sabiduría y del conocimiento de Dios! Pero este escritor olvidó que había buscado los juicios de Dios en un caso, y que había encontrado sus caminos en el otro; y que había dado, como prueba del éxito de sus investigaciones, una exposición completa de todo el esquema. Esta conducta es digna de algo más que de simple reproche; y sin embargo, quien difiere de tales opiniones da, en la aprehensión de algunos, esta prueba de que está incluido en algunos de los eslabones de la lista negra. Podemos descansar con la convicción de que Dios es tan misericordioso y bueno en todos sus caminos, como sabio y justo. Pero como no podemos comprenderlo, ni tampoco podemos comprender sus operaciones, nos corresponde a nosotros, que somos objeto de su infinita misericordia y bondad, adorar en silencio y obedecer con presteza y deleite.

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