Versículo 31. ¿Qué, pues, diremos a estas cosas? ¿Qué conclusión debemos sacar de las premisas anteriores? De todo lo ya expuesto en los capítulos anteriores, pero especialmente en los versículos precedentes, desde  Romanos 8:28 inclusive. Como si hubiera dicho: ¿Qué consuelo podemos obtener de estas doctrinas? Dios nos ha llamado a todos a la santidad, y al amor a él, que es el principio de la santidad. Es cierto que somos perseguidos y despreciados, y puede que lo seamos más; pero, como Dios nos ha llamado a amarle, y todas las cosas cooperan para el bien de los que le aman; y, como su pacto con Abraham, mientras estaba en su estado gentil, muestra su propósito de gracia hacia nosotros los gentiles, a quienes ha conocido de antemano, que hemos sido objetos de su benévola presciencia, así como los judíos, y que ahora tenemos la prueba más completa de que lo fuimos, al enviarnos el Evangelio y mostrarnos, en él, que si los israelitas debían ser un sacerdocio santo, una nación real, nosotros no somos menos favorecidos, ya que ha predestinado, desde el principio ha determinado, que seamos conformes a la imagen de su Hijo, que ha de ser el primogénito entre muchos hermanos, la cabeza y el jefe de todos los judíos y gentiles convertidos, y, para nuestra salvación final, nos ha llamado, nos ha invitado a creer en el Señor Jesucristo, ha justificado a los que creen, y los ha glorificado, honrado y adornado con innumerables dones y gracias, y, si siguen poseyendo esa fe que obra por el amor, los llevará, tanto en cuerpo como en alma, a su gloria eterna, siendo sus cuerpos semejantes a su cuerpo glorioso: - Viendo, pues, que todas estas cosas son así, ¿qué consuelo en nuestras tribulaciones obtendremos de ellas? - Pues esto: Si Dios está a favor de nosotros, ¿quién puede estar en contra? El que es infinitamente sabio se ha comprometido a dirigirnos: El que es infinitamente poderoso se ha comprometido a protegernos: El que es infinitamente bueno se ha comprometido a salvarnos. ¿Qué astucia, fuerza o malicia puede prevalecer contra su sabiduría, poder y bondad? Ninguna. Por lo tanto, los que amamos a Dios estamos a salvo, y no sólo no sufriremos ningún daño esencial por las persecuciones de los hombres impíos, sino que incluso estas cosas obran juntas para nuestro bien.

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