Y los hombres de Israel se angustiaron aquel día, porque Saúl había conjurado al pueblo, diciendo: (l) Maldito el hombre que comiere cualquier pan hasta la tarde, para que yo me vengue de mis enemigos. Así que ninguna de las personas probó [ningún] alimento.

(l) Tal era su hipocresía y arrogancia, que pensó en atribuir a su política lo que Dios le había dado por mano de Jonatán.

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