Y los hombres de Israel se angustiaron aquel día, porque Saúl había conjurado al pueblo, diciendo: Maldito el hombre que comiere cualquier pan hasta la tarde, para que yo me vengue de mis enemigos. Así que ninguna de las personas probó [ningún] alimento.

Ver. 24. Y los hombres de Israel fueron angustiados ese día. ] Salvados fueron ese día, y sin embargo angustiados: usque adeo nihil est ex omni porte beatum. Los hombres siempre deben tener algo de qué quejarse para aliviar sus placeres. Miscentur tristia laetis.

Porque Saúl había conjurado al pueblo.] Algunos comentaristas papistas elogian mucho a Saúl por este ayuno que le ordenó al pueblo. Pero es mejor que Josefo y otros digan que Saulo usó esta victoria de manera demasiado insolente e inmodestamente, para llenarse de la matanza de sus enemigos, sin tener en cuenta los cuerpos débiles y débiles de sus súbditos que los perseguían: mientras que un buen magistrado considera más la vida de un buen ciudadano, que la muerte de muchos enemigos.

Comestor, para aliviar el asunto, dice que en la guerra no comían hasta el momento del sacrificio vespertino; pero en Homero, Néstor y sus soldados salieron a la batalla, δορπον ελοντες, desayunando primero.

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