Así apartaréis (l) a los hijos de Israel de su inmundicia; para que no mueran en su inmundicia, cuando contaminen mi tabernáculo que está entre ellos.

(l) Viendo que Dios requería pureza y limpieza de los suyos: no podemos ser suyos, a menos que nuestra inmundicia y nuestros pecados sean purificados con la sangre de Jesucristo, y así aprendemos a aborrecer todo pecado.

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