(2) Pero de aquel día y [aquella] hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre.

(2) No hay que buscar con curiosidad el último día, día que sólo el Padre conoce; antes bien, cuidemos de que no nos llegue sin saberlo.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad