(k) Enséñame a (l) hacer tu voluntad; porque tú eres mi Dios; tu espíritu es bueno; guíame a la tierra de la rectitud.

(k) Él confiesa que tanto el conocimiento como la obediencia de la voluntad de Dios viene por el Espíritu de Dios, quien nos enseña por su palabra, da entendimiento por su Espíritu y enmarca nuestros corazones por su gracia para obedecerle.

(l) Es decir, con justicia y rectitud, porque tan pronto como rechazamos la voluntad de Dios, caemos en el error.

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