(35) Y la batalla aumentó aquel día; y el rey se detuvo en su carro contra los sirios, y murió al atardecer; y la sangre corrió de la herida hasta en medio del carro. (36) Y hubo proclamación en todo el ejército acerca de la puesta del sol, diciendo: Cada uno a su ciudad, y cada uno a su propia tierra. (37) Murió, pues, el rey y fue llevado a Samaria; y sepultaron al rey en Samaria.

¡Piensa, lector! qué muerte tan terrible fue esta, en medio de los horrores de la sangre de Nabot pidiendo venganza; y los altares del Dios de Israel, que había dejado abandonados para los de Baal, pidiendo juicio.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad