(20) Y Samuel dijo al pueblo: No temáis; vosotros habéis hecho toda esta maldad; pero no os apartéis de seguir al SEÑOR, sino servid al SEÑOR con todo vuestro corazón; (21) Y no os apartéis, porque entonces iréis tras las cosas vanas, que no aprovechan ni liberan; porque son vanos. (22) Porque el SEÑOR no abandonará a su pueblo por causa de su gran nombre; porque al SEÑOR le agradó hacer de ti su pueblo.

(23) En cuanto a mí, Dios no quiera que peque contra el SEÑOR dejando de orar por ti; pero yo te enseñaré el camino bueno y recto: (24) Solo teme al SEÑOR, y sírvele en verdad con de todo tu corazón, porque mira las grandes cosas que ha hecho por ti. (25) Pero si todavía hacéis lo malo, seréis consumidos, tanto vosotros como vuestro rey.

Cuán alentador termina el sermón. En medio de toda la indignidad del pueblo, aún reina la gracia del Señor; porque su misericordia es para siempre. Pero, ¿no está Samuel aquí, un tipo de Jesús? En todas las intercesiones de los sacerdotes o profetas de Dios, ¿no miramos a aquel a quien ellos hacen sombra? ¡Bendito Jesús! aquí contemplo, como en otros innumerables casos, cómo tu sacerdocio es un sacerdocio eterno, y cómo la eficacia de él ha estado y sigue prevaleciendo siempre.

Aunque, como Israel, pequé contra ti, y menosprecié tu gobierno, y con demasiada frecuencia me he hecho rey mío para reinar sobre mí; sin embargo, querido Señor! No ceses de ejercer ese oficio tuyo más precioso y glorioso para mi alma. ¡Oh! sálvame hasta lo último, viendo que vives siempre para interceder por los pecadores.

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