REFLEXIONES

¡LECTOR! No pasemos demasiado apresuradamente este capítulo, sin llevarnos las varias instrucciones muy interesantes que ofrece.

En este discurso del profeta, despedido, como evidentemente lo fue, por el pueblo, contemplamos cuán agradable es, al final de cualquier trabajo, poder apelar a Dios, por la rectitud de nuestro proceder. . Y mientras estamos capacitados para desafiar la lengua de la calumnia, para refrescarnos aún más, en la conciencia de que nuestro récord está en lo alto.

En la hermosa recapitulación, que el hombre de Dios hace en su sermón de la historia de Israel, a modo de convocar el recuerdo del pueblo, tanto de las misericordias divinas como de su indignidad, debemos aprender la preciosidad de la fe, al referirnos a todos. nuestras bendiciones, mientras las revisamos, en la gracia, misericordia y bondad amorosa de nuestro Dios. Faith encuentra una gran fuerza en tales reseñas, para futuras ocasiones.

Y quisiera que el lector no pase por alto esta instrucción, mientras oro, para que mi propia mente se refresque con el pensamiento; que el mejor método para buscar la fuerza para la confianza en Jesús, para las bendiciones futuras, es recordar en el trono lo pasado. Mirando al gran Autor y Consumador de la fe, por la fuerza adecuada para nuestro día, ciertamente tomamos los medios más eficaces para confiar en él para lo que está por venir, cuando le contamos lo que ha hecho antes. Y dándole la gloria de lo que hemos recibido, para confiar en él para lo que necesitamos.

Pero principalmente, como una mejora de la lectura de este capítulo, en el llamado de Samuel al Señor, y la respuesta del Señor, de una manera contraria a la manera habitual de las cosas; que el lector contemple en el Profeta el tipo de su Maestro. ¡Sí! bendito Jesús! Desearía la gracia, en las ocasiones más humildes y menores, así como en las más elevadas y grandiosas, para descubrir algo de Éstas. ¿No sé, querido Señor, que todo intercambio con el cielo solo puede ser abierto por Ti? Ningún profeta, ningún patriarca, ningún apóstol, ningún ángel de luz, podría haber obtenido esta bendición para nuestra naturaleza caída.

El cielo debe haber sido siempre inaccesible, ¡si no hubieras abierto ese camino nuevo y vivo con tu sangre! Convencidos, por tanto, de esta verdad tan preciosa y vivificante del alma, ¡oh! déjame aprender a apreciar la misericordia inefable; me deleito en buscar la comunión constante y el trato con mi Dios y Padre, en Cristo Jesús; y como Samuel, aprende a estar atento a las manifestaciones de tu gracia y gloria que puedan ser contrarias al plan habitual de los acontecimientos ordinarios; que al anochecer, si es necesario, puede ser ligero.

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