(18) Y Saúl dijo a Ahías: Trae el arca de Dios. Porque el arca de Dios estaba en ese tiempo con los hijos de Israel. (19) Y aconteció que mientras Saúl hablaba con el sacerdote, el ruido que había en el ejército de los filisteos iba y aumentaba; y Saúl dijo al sacerdote: Retira tu mano.

No puedo dejar de comentarle al lector, en la historia de Saulo, cuán parecido, indiferente a la aflicción o la prosperidad, el corazón de este hombre parece haber sido hacia el Señor. Realmente organizó una investigación, al ordenar al sacerdote que trajera el arca; pero al recibir una mayor convicción de que el ejército de los filisteos estaba en peligro, cualquiera que fuera la causa que lo indujo, no espera la dirección del Señor. ¡Pobre de mí! ¡Hasta qué triste grado de degeneración es capaz de madurar el corazón vacío de gracia!

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