(2) No hay santo como el SEÑOR, porque no hay nadie fuera de ti, ni hay roca como nuestro Dios.

Ruego al lector que no pase por alto la gran calidez de la devoción, expresada en esas palabras. Se nos dice que la santidad sin mancha de Jehová suscita la adoración incesante de los bienaventurados. Ana celebra primero esta gloriosa perfección de nuestro Dios, que demuestra claramente que uno, y el mismo Espíritu, operó en su mente y en la de ellos. Y aquí, por cierto, lector, hay un plan abierto a su corazón, para ver si el mismo Espíritu opera sobre usted.

El cántico de los santos y de los ángeles, y los espíritus de los justos perfeccionados, es de la santidad de Jehová. Nadie más que las almas redimidas puede regocijarse en él. Los demonios y los espíritus de las tinieblas saben que Jehová es santo, pero no pueden amarlo por eso. Pero su pueblo se regocija en esta gloriosa perfección, porque en la santidad de su fianza, el Señor Jesús, ven esta santidad glorificada y su redención asegurada eternamente.

Quisiera que el Lector también considerara, y luego, como el Espíritu bendito que lo instruye, juzgue por sí mismo, si Ana cuando llamó a Jehová una Roca, evidentemente no aludió a Jesús, quien en todos los viajes llenos de acontecimientos de Israel, a través del desierto , fue la Roca que los siguió, y quien el Apóstol declara decididamente haber sido Cristo. Compárese con Éxodo 33: 21-22; Exo_17: 6; Números 20:8 .

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