¿No había oído este miserable capitán con sus cincuenta lo que había sucedido? ¡Si el rey fue endurecido y atado con la ceguera de la iniquidad! ¿Era necesario que lo siguiera hasta su ruina? Este hombre excedía en presunción, si cabe, al primero. Porque no solo tenía el terrible ejemplo de su ruina ante su rostro, sino que su demanda sobre Elías es más impía. No solo le exigió que bajara, sino que bajara rápidamente.

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