Pronto se le enseña a Ezequías el infeliz con el que tuvo que ver, que no solo tomó el oro de Ezequías y luego se volvió contra él, con más fuerza, en la perfidia de su corazón, sino que incluso acusó a Ezequías de robo, por llevarse el oro a dale de la casa del Señor. El lector no violentará la escritura de esta historia, si espiritualiza todo el discurso de este blasfemo, como lengua del diablo, en sus tentaciones de nuestra pobre naturaleza. ¿No dice, en efecto, lo mismo y finge, cuando se disfraza de ángel de luz, que tiene su comisión del Señor?

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