(14) Y sucedió que por la mañana David escribió una carta a Joab, y la envió por mano de Urías. (15) Y él escribió en la carta, diciendo: Poned a Urías al frente de la batalla más encarnizada, y apartaos de él, para que sea herido y muera.

Desconcertado en ambos intentos, David ahora procede a un acto, ante la sola mención del cual, la naturaleza se estremece. Para ocultar su vergüenza por el adulterio, se aventura a asesinar. Y, para que el mundo no sepa nada de su pecado con Betsabé, ni Urías jamás se lo reproche, él determina que su valiente y fiel sirviente sea asesinado en la batalla. ¡Pobre de mí! ¡Pobre de mí! cuán desesperadamente perverso es el corazón del hombre por naturaleza.

Lector, no olvide recordar que todos los hombres son iguales por naturaleza. La gracia sola nos diferencia. E incluso la gracia, aunque renueva el alma, no renueva el cuerpo. A menos que, de hecho, restrinja el funcionamiento de la corrupción, lo que un hombre comete, otro puede perpetrarlo. ¡Oh! ¡Señor! ayúdele tanto al que escribe como al que lee, a tener siempre presente esa pregunta llamativa; ¿Quién te diferencia de los demás?

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