REFLEXIONES

Me detendría en la lectura de este capítulo para admirar las benditas propiedades de la gracia, al disponer el corazón de David a tal marco de agradecimiento y afecto agradecido a Dios. Es dulce ver la mente llevada a este marco adecuado, para discernir de qué fuente fluyen todas nuestras misericordias, para dar al autor de ellas toda la gloria, para que mientras recibamos todo el beneficio, Dios pueda tener toda la alabanza.

Pero me detendría aún más, para admirar las benditas señales de la gracia distintiva y, sobre todo, el Gran Autor de esa gracia, cuya infinita benignidad y condescendencia brilla cada vez más (como los cuerpos celestes en las noches más oscuras) de ser manifestado, a pesar de toda la indignidad de los objetos de su clemencia. ¡Sí! ¡Gran Fuente y Fuente de todas las seguras misericordias de David! Es del pacto de amor, fidelidad y gracia, que nos fue dado en Cristo Jesús, tu siempre amado y bendito Hijo antes de que comenzara el mundo, que este reino prometido a David y a su descendencia, se asegura, es permanente y eterno. .

Incluso tú, bendito Jesús, en tu gloriosa plenitud mediadora y salvación consumada, eres don de Dios nuestro Padre. Y nada menos, el Espíritu Santo, con todos sus dones y gracias e influencias salvadores, viene a tu pueblo como Enviado, tanto del Padre como del Hijo. ¡Señor Dios! Haz que esta casa segura que le prometiste a David ya su descendencia, sea segura para mi alma. Y en medio de toda la indignidad de mi corazón, que tu promesa, como tú, sea mi constante consuelo y apoyo.

Aunque hayas dicho: Si los hijos del Señor Jesús cometen iniquidad y quebrantan tus estatutos, aunque quebrantan tus leyes; sin embargo, no romperás tu misericordia prometida. Aunque visites nuestros pecados con azotes de hombres; sin embargo, no romperás tu pacto, ni alterarás lo que ha salido de tus labios. Una vez juraste por tu santidad que no mentirás a David. ¡Oh! preciosa promesa de - ¡una promesa más preciosa de Dios en Cristo! Hágase en mí según tu palabra.

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