REFLEXIONES

¡Lector! tenemos un tema muy solemne en esta breve pero sorprendente profecía. Cuando consideramos la cercanía de la alianza natural entre Jacob y Esaú, y contemplamos la amargura de Edom hacia su hermano, y eso de generación en generación; cuando miramos la fuente y la rastreamos hasta su final; cuando recordamos que esta es la enemistad de la naturaleza con la gracia, el hijo de la esclava con los libres; cuando contemplamos lo que las Escrituras declaran, que nunca puede, ni jamás habrá, una unión entre ellos, en el tiempo o por toda la eternidad; inclínate verdaderamente solemne, y ¡cuán tremendamente espantoso parece el conjunto!

¡Lector! Busquemos alivio de un tema tan angustioso, a las dulces seguridades dadas a Israel de que en el monte de Sion habrá liberación y habrá santidad. ¡Bendito Señor Jesús! Tú eres en verdad la santidad y la salvación de tu pueblo. Te damos gracias, oh Señor, por este dulce bocado de profecía bíblica; señalando, como toda profecía, a ti, de quien dan testimonio todos los profetas.

Y ¡oh! Señor, sea una bendición para toda tu Iglesia, que todos los que la lean, a través de la enseñanza de tu Espíritu, sean capacitados para sellar que DIOS es verdadero. Adiós, Abdías, fiel has sido en tu testimonio. Corto como es, es dulce. Que Dios el ESPÍRITU SANTO sea adorado por tu ministerio, y el ministerio de todos sus siervos que nos han escrito la palabra de DIOS. Danos gracia, Señor, para seguir su fe, considerando el final de su conversación, JESUCRISTO, el mismo ayer, y hoy, y por los siglos ... Amén.

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