El tema en estos versículos es el mismo, pero se cambia la figura. Bajo la imagen del fuego, y tan tremendo como para devorar el gran abismo, se expone la ruina del pueblo. Pero, aquí como antes, la intercesión del Profeta lo impide. Hay algo particularmente sorprendente en todo esto: y la oración repetida y el éxito del Profeta no pueden fallar, espero, en llevar nuestros corazones a Jesús.

Así como el juicio fue típico, también lo fue la intercesión. Porque no era Moisés, como Moisés, de pie en la brecha; no Aarón, como Aarón, que pone incienso y hace expiación por el pueblo; no Amos, como Amos, que llora por el surgimiento de Jacob; que subió ante el Señor: porque todos estos mismos eran pecadores, que igualmente necesitaban que Uno intercediera por ellos. ¿Y a quién podrían representar todos, sino a Jesús, que en su sacrificio fue el cordero inmolado desde la fundación del mundo? y en su intercesión, el Sumo Sacerdote para siempre, ¿juró en su oficio por Jehová mismo, según el orden de Melquisedec? Vea todas esas escrituras.

Deuteronomio 9:24 ; Números 16:46 ; Apocalipsis 13:8 ; Salmo 110:4 .

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