A la mente de Daniel, en un período tan remoto como vivió desde el advenimiento de Cristo, y especialmente en un personaje como Daniel, evidentemente inspirado y designado para ser profeta en la Iglesia, en los tiempos espantosos en los que vivió; Todo lo que aquí se dice de su dolor y la seriedad de su investigación para ser informado acerca de la visión, fue muy apropiado y digno de elogio. Pero, le ruego al lector, que espere y observe la explicación del Señor de esta y todas las demás partes proféticas de las Escrituras, que aún no se han dado a conocer por completo, que presumir de ser más sabio que lo que está escrito.

Basta hacer temblar a un hijo de Dios verdaderamente despierto, al contemplar lo que manos impías han escrito, y han sugerido corazones no regenerados, acerca de las Profecías de Dios en las distintas edades de la Iglesia. ¡Lector! Dejemos que usted y yo descansemos en lo que aquí se dice acerca del reino de nuestro Redentor, plenamente satisfechos, porque es suficiente y más no podemos necesitar. Aquí se dice que Cristo posee un reino, que será por los siglos de los siglos.

Ésta es una verdad preciosa. Y hay otro semejante, con el que de hecho está conectado, y el uno incluido en el otro: a saber, el reino y el dominio, y la grandeza del reino serán dados al pueblo de los santos del Altísimo, que será para siempre. Aquí, entonces, es suficiente para que todo hijo de Dios sepa y descanse en él. Presumir de ir más allá y señalar personas y cosas en el presente, para el cumplido de uno y el reproche de otro, es limitar, en mi humilde opinión, al Santo de Israel, y arriesgar el divino desagrado.

El Señor conceda que sus fieles se mantengan fieles entre ese pequeño puñado de santos del Altísimo, como se les llama aquí, que ahora están en la tierra. Es de temer sobremanera por lo que contemplamos en el día de hoy, que de hecho es sólo un puñado, y mucho menos de lo que muchos suponen. Todo aquel que ama a nuestro Señor Jesús con sinceridad y verdad, bien puede alarmarse por los terribles tiempos actuales, y reflexionar seriamente sobre la alarmante pregunta de Jesús: cuando el Hijo del Hombre venga, ¿hallará fe en la tierra? Lucas 18:8 .

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