Los ojos del sabio están en su cabeza; pero el necio anda en tinieblas; y yo mismo percibí también que un acontecimiento les acontecerá a todos. (15) Entonces dije en mi corazón: Como le sucede al necio, así me sucede a mí; ¿Y por qué fui entonces más sabio? Entonces dije en mi corazón, que esto también es vanidad.

Vale la pena la observación atenta del lector, que Salomón, habiendo averiguado en los versículos anteriores las pequeñas pretensiones que surgen de las gratificaciones sensuales a la felicidad; en estos versos se propone hacer una estimación similar de los placeres que surgen de los goces mentales. Y demuestra que esos, como el primero, son igualmente vanidosos e insatisfactorios. ¡Lector! siga las observaciones del Predicador con las suyas.

¿Dónde se encuentra la felicidad? entre los gusanos de biblioteca y los estudiosos de la tierra? Si Cristo no es objeto de persecución; ¿Qué, menos que la vanidad marca todo? La terminación para el sabio y el necio del mundo es una y la misma. Todo es vanidad.

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