REFLEXIONES

HAGA UNA PAUSA, alma mía, en este capítulo, y antes de que cierre este libro de inspiración divina, y cierre la vista de la historia y la reforma de este gran hombre; Vea y considere lo que el Espíritu Santo tuvo la gentileza de enseñarle a la iglesia sobre su naturaleza espiritual y evangélica.

Y aquí, alma mía, quédate quieta y considera cuánto de tu propia vida y conducta se expone sorprendentemente. ¿No he estado desde el vientre buscando y formando extrañas alianzas, y tomando conexión con cualquier cosa, y con todo, en lugar de estar casado con Cristo? En Adán y su estirpe, caído, pecador y contaminado nací; íntimamente apegado a él por naturaleza, y no buscaba nada más que lo que probaba mi alianza con él.

Casado con la ley, casado con mi propia justicia (o más bien mi justicia imaginaria, porque en realidad la justicia no la tenía); ¿Cómo busqué encontrar la justificación ante Dios por las obras de la ley? Y aunque esa ley se convirtió sólo en el ministerio de la muerte; aunque sus exigencias de obediencia inquebrantable, sin hacer concesiones a nadie, podrían haber hecho temblar mi alma bajo su poder universal condenatorio; sin embargo, a pesar de su rigor; a pesar de la espantosa condena que presentó; Todavía enamorado de mi propia ruina presente y eterna, nunca habría repudiado a esas esposas extrañas si Jesús, como otro Esdras, no hubiera venido con gracia en sus labios y amor en su corazón, y por su Espíritu Santo me hubiera convencido de pecado. , de justicia y de juicio, y divorciándome de cualquier otra alianza, me desposó con él,

¡Oh! ¡Esposo todopoderoso de tu iglesia y de tu pueblo! qué riquezas desconocidas e inexploradas se encierran en ese tierno personaje. ¡Sí! ¡mi alma! tu Hacedor es tu marido, el Señor de los ejércitos es su nombre. Y tu Redentor, el Dios de toda la tierra, será llamado. Ayúdame, Jesús, mi Señor y mi Dios, a deshacerme de todas las extrañas alianzas que ha estado haciendo mi pobre corazón pecador. ¡Tú, querido Jesús, cierra mi camino, mi camino, con espinas, si en algún momento mi alma errante se aleja de ti en busca de mis viejos amantes! ¡Oh! Atraeme, amado Señor Jesús, para que pueda correr tras de ti; y sé tú mi Ishi, mi esposo, mi Santo, el Señor mi justicia.

¡Adiós, Esdras, fiel siervo de mi Dios! Bendigo a tu Señor, y a mi Señor, porque se complació en santificar tu ministerio en este dulce libro tuyo, bajo Dios el Espíritu, al mostrar tanto de Jesús reflejado en varias partes de él. Y, bendito Señor Dios, seas eternamente alabado, cuando de los servicios de tus ministros inspirados la gloria vuelva a Jesús; Gloria eterna sea a los santos e indivisos Tres en Uno, por toda la salvación. Amén.

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