REFLEXIONES

¡Lector! no pensemos, en la lectura de este Capítulo, que todavía estamos en medio de las sombras; pero bendice a Dios Espíritu Santo, que nos capacita para mirar a través de la sombra y ver claramente la sustancia a la que ministraron todos. ¿No vemos en Aarón a nuestro Aarón Todopoderoso, y en sus hijos a los que son hijos e hijas del Señor Dios Todopoderoso, a quien Jesús ha hecho reyes y sacerdotes para Dios y el Padre? ¿Fue Aarón así lavado, vestido y ungido para el servicio sagrado? ¿Y no fue Jesús, nuestro gran sumo sacerdote, consagrado a la obra, cuando en la pureza infinita de su naturaleza se ofreció a sí mismo en todas las glorias de su persona y de su carácter, para reconciliar los pecados de su pueblo? ¡Queridísimo y bendito Señor! entra antes que yo, en todas las partes de este precioso carácter.

¡Sé tú mi propiciación matutina y vespertina! Santifica mi alma con el continuo derramamiento de todas las gracias, dones y ricas unciones de tu Santo Espíritu. Y que esa primera e inefable misericordia sea mi porción, para que, reconciliado con Dios, el Padre, en tu sangre y tu justicia, él, conforme a su más dulce promesa, more en mí, y esté en mí y conmigo; para que él sea mi Dios, y yo esté entre el número de su pueblo.

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