Aquí el Señor habla personalmente al Rey de Israel, y es un discurso muy espantoso. Pero lo que le ruego al lector que observe más inmediatamente es la promesa de Aquel que vendrá, cuyo derecho es la corona y la diadema de Israel, y que la dignidad real se perderá hasta Su venida. ¿Y a quién podría señalar esto sino a Cristo? Tres veces el Señor declara el derrocamiento de su pueblo en este versículo, como para mostrar el estado degradado al que deberían verse reducidos los hijos de Israel antes de la venida de Cristo.

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