REFLEXIONES

¡LECTOR! Mientras tú y yo seguimos al Profeta, guiados por Jesús, a través de los distintos departamentos, no perdamos de vista a Él, quien es él mismo la habitación de su Iglesia y su pueblo, y su porción para siempre. ¡Aquí contemplemos al Señor en verdad, bajo cada carácter entrañable, y lo encontraremos como nuestra morada, nuestro Templo, nuestro Altar, Sumo Sacerdote y Sacrificio! ¿Y cómo se adapta toda su perfección a nuestras almas, para nuestro lugar de morada, descanso, consuelo y deleite para siempre?

En su persona, la justicia y la gracia están escondidas y viven seguros todos sus redimidos. Jesús los acoge a todos, los lleva a todos a casa, los viste con sus propias vestiduras de salvación, los alimenta con su propio cuerpo y sangre, y les comunica su plenitud, su gracia aquí y su gloria para siempre. Alégrate, alma mía, ante esta hermosa vista de tu glorioso Salvador, y clama en las palabras del Profeta; En gran manera me regocijaré en el Señor, mi alma se alegrará en mi Dios; porque me vistió con ropas de salvación, me cubrió con el manto de justicia; como el novio se engalana con adornos, y como la novia se adorna con sus joyas.

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